Fotos; Ricardo Ramírez Arriola
Fotos de Cristian Félix y Guido Reyes
Originalmente fue castellana y leonesa –¡española!–, y en zigzag y tomando préstamos de aquí y de allá primero se hizo dominicana y cubana, hondureña, panameña, puertorriqueña; después –achocolatada, maicera, enjitomada y enchilada–, se hizo mexicana y venezolana, colombiana y boliviana, ecuatoriana y peruana; es nicaragüense y costarricense, salvadoreña, y también guatemalteca, chilena, argentina, uruguaya y paraguaya.
Tiene resabios en Filipinas y es una de las lenguas de Belice, de Guinea Ecuatorial y –lengua chicana– que estrepitosamente crece en los Estados Unidos Americanos. Lengua, lengüita, lenguota, lenguaraz, malhablada, bien amada, lengua suelta, lengua de amarras.
Llegó pasada por agua y se hizo mestiza.
Iza el cuerpo y –sexual, carnal y espiritual– nos erotiza, nos eriza la piel, alerta los sentidos, cierra pactos, abre caminos, paraliza la respiración, alarga miembros.
Se deja pasar el dedo, hurga en el alma, nombra al cuerpo y es parte de él y allí se mueve y junta cuerpo y alma, cuerpo con cuerpo, lengua con lengua; se hace texto, sexo, plexo solar, anhelo de luna, sol quemante y en las madrugadas riela sobre espejos de agua.
Enamorada, enmudece y se mete en el corazón, acaricia, grita, susurra, estalla, arremete.
Lengua que baja por la espalda, que acaricia el vientre, que calla, que dice todo, que se balancea en el columpio, y se deja caer exhausta, satisfecha, colmada, para volverse a levantar poco después y meterse en todo, metérsenos.
Lengua hechizada, hinchada de palabras, de humedad eterna única y plural.
Lengua de pie quebrado del soneto perfecto. Del mundo iluminado del primero y de todos los sueños y los eros.
Decir lengua es decir madre, es decir todo. La sema, el semen, el germen.
Lengua que entró solita por los oídos de la niña, del niño.
La lengua, tu lengua, nuestra lengua, ¡infinita!
La lengua de Ofelia Medina y su amada Compañía.
Sara Poot Herrera